Judith Urfali
Coach Master Trainer y PNL Professional
judithurfali@gmail.com
Todos tenemos objetivos en la vida que nos gustaría llevar a cabo. Existen objetivos a corto plazo y existen a largo plazo. Hay los que son nuestra meta de vida y los hay también como un sueño a cumplir. Cualquiera que sea el caso, los sueños y los objetivos que añoramos, con los cuales soñamos despiertos, en muchas ocasiones se vuelven nuestra razón de vivir y de ser.
Tenemos la idea que, al llegar a la meta, tendremos todo lo que hemos soñado, tendremos paz, tendremos estabilidad, amor, cariño, respeto o cualquiera que sea la necesidad de la persona. Todo esto es excelente para una vida con sentido, esto nos construye y nos acerca a D-os, esto desarrolla el potencial humano. Mientras vamos en la vida tratando de conseguir lo que nos hemos puesto como tarea principal, nos cuesta mucho trabajo ver nuestro camino por la vida como parte de la misión. El camino no forma parte del objetivo, solo alcanzarlo, por lo tanto, nuestras vidas se colman de sufrimiento cada día que no hemos llenado el vacío que estamos buscando. Nuestra mente nos desenfoca hacia las dificultades, al sufrimiento y a la victimización.
Las jóvenes sueñan en el matrimonio, los jóvenes adultos sueñan con hacer grandes riquezas, los adultos mayores sueñan con jubilarse, las madres sueñan con ver casados a sus hijos. Sin embargo, se pierden de gozar del camino, se pierden el aprendizaje que lleva este sendero. Las dos cosas son igual de valiosas para la vida humana, el goce y el aprendizaje. El punto fundamental de estos objetivos, es hacernos una pregunta fundamental, lo que nos dará claridad para seguir adelante.
La pregunta sería: “¿Qué voy a obtener cuando alcance mi meta?”
Cuando logremos contestar esta sencilla pregunta, pero muy poderosa, tendremos un valor. Ese es el valor que le damos a la meta. Un valor significa, la convicción de que algo vale la pena hacerse, o esforzarse por ello. Decidimos hacer una cosa u otra por la escala de valores que tenemos en la vida. De una forma u otra, el llegar a una meta debe estar fuertemente ligada a un valor importante para nosotros. Los valores no son el alcanzar comodidad o dinero. La comodidad y el dinero deben tener un valor mayor el cual sea el motivo más espiritual por el cual deseamos conseguirlo. No solemos pensar en valores o actitudes personales que determinan nuestras acciones. Sin embargo, estas tendrán una influencia muy importante en nuestra vida.
Al descubrir cuáles son los valores que nos motivan a llegar a una meta, podremos ver muy claramente si estos son los valores que realmente queremos y hemos aprendido. Muchas veces no estamos seguros de lo que queremos conseguir porque no tenemos la capacidad de alinear los valores que creemos importantes con nuestro actuar diario. Esto nos provoca que tengamos incongruencias con nuestros propios valores.
A menudo descubrimos que estamos actuando en contra de nuestras convicciones. Por esta razón es importante determinar cuál es el valor final de la meta. Esto nos va a impulsar a cambiar algo en nuestras vidas. Debemos en el camino a nuestro objetivo pensar, de qué forma lo que hago cada día me acerca a mi meta, si estoy siendo congruente o incongruente con el valor que quiero conseguir. Cuando no logramos hacer este análisis, damos vueltas en la vida llegando todo el tiempo al mismo punto. No logramos avanzar. Algunas personas, por ejemplo, valoran tanto el hecho que su vida sea plácida, buscan mucho ese momento de comodidad y despreocupación, que se olvidan lo que van a obtener, en cuestión de valores, por esa comodidad. No piensan en tener más tiempo con la familia, o en seguir estudiando o creciendo, en hacer lago altruista etc. Simplemente solo ven un nivel más abajo. Esto los estanca y no logran avanzar profesionalmente, económicamente, o socialmente. Otras dan tanta importancia al orden, que subordinan su vida a estos conceptos e inclusive los imponen a los demás, provocando innumerables conflictos.
Evaluar el sistema de valores propio puede resultar de gran ayuda para el trayecto hacia una meta. Nos acerca a la meta de forma más rápida y nos ayuda a evaluar la meta. Nos da claridad de nuestra conducta diaria. Evita el sufrimiento que conlleva el alcanzar una meta en la vida, ya que hace de la vida misma el aprendizaje y la motivación de cada cosa que pasa. Hace de cada experiencia un paso más para llegar a la meta. Cuando observamos el valor real detrás de la meta, podremos descubrir que no tenemos siquiera un valor, podremos descubrir que tenemos como expectativa, algunas necesidades nunca cubiertas, en lugar de un valor, como el perfeccionismo o tener razón a toda costa. Esto puede llevar a la persona a descuidar su salud, su familia, o sus amistades lo cual les causa graves daños.
Debemos llevar el valor final a nuestra existencia actual, reevaluarlos y hacer de nuestra vida una vida más satisfactoria. Cuando la gente establece objetivos y resultados, es típicamente en términos de comportamientos. Debemos aprender a pensar más allá, en cómo nos vamos a ver logrando el resultado, qué vamos a sentir, qué queremos lograr para trascender. Esto se convierte en algo llamado MISIÓN. Esto no está basado en un resultado en particular sino en el dedicarse cada día de la vida a avanzar para encontrar un valor importante. Una misión o valor puede inclusive incorporar muchos objetivos con el mismo valor o misión. Si le damos mucho valor a algo esto se puede convertir en una misión.
Este es un nivel mucho más potente en el que hay que actuar y al que llegamos de todas maneras. A veces en una compañía se empieza a discutir los objetivos y no se dan cuenta de que ese no es el asunto. Si la organización no tiene una misión definida o no conocen los valores que persiguen, se va a discutir sobre los objetivos constantemente. Los objetivos deben surgir del valor o de la misión que nos importa. Si un objetivo entra en conflicto con la misión, vamos a echar por la borda la vida misma. Cuando pensamos en que lo que hacemos no es acerca de nosotros, de nuestro ego, es mucho más amplio. Esto es un nivel espiritual. Esto nos acerca a D’os. Esto trata de determinar ¿qué hacemos en este mundo y para qué fuimos enviados acá?. Siguiendo este camino paso a paso llegaremos a entender cada vez más nuestro entorno, entenderemos para qué nos pasan las cosas, todo tendrá un sentido distinto.
Los verdaderos genios, nuestros grandes sabios en Torá a través de la historia, se elevaron con su propio trabajo hasta este nivel espiritual. El trabajo no era acerca de ellos mismos, sino de algo más que debían alcanzar.