Esta semana mis hijos se vacunaron contra el covid. Cuando salimos, Odi, la más chiquita, me pregunta: Má, ¿qué me vas a regalar por ser tan valiente? Le compré un regalito a cada uno y todos felices.
Unos días después Meital, mi hija del medio, viene a mostrarme la prueba de lengua. ¡Mirá, má! ¡Me saqué un 10! ¿Qué me vas a comprar de premio?
Y Akiva no se iba a quedar atrás: Má, ayer hice mi cama. ¿Cuál es mi premio?
¿Qué onda? ¿Se tomaron de costumbre esto de recibir un premio por cada logro?
¡Sí, se lo tomaron de costumbre! La pregunta es cuándo fue que nosotros, los adultos, perdimos esa costumbre. Cuándo fue que dejamos de premiarnos cada vez que algo nos sale bien, o cada vez que nos animamos a intentar algo, no importa cómo nos salga. Naturalizamos los logros e intentos como parte de la vida y pasan totalmente desapercibidos.
Eso , sí. Cuando algo no nos sale como esperábamos sí que nos acordamos de darnos con un caño.
Te propongo que vuelvas a premiarte como antes. Con un café, un chocolate, un baño de inmersión o unos jazmines. Te propongo naturalizar los tropiezos como parte de la vida y reconocer cada uno tus logros, por más pequeños que sean.
Yo me voy a comer un chocolate.
¿Vos con qué te vas a premiar?