¿Cómo apoyas a tu hijo cuando lo ves triste?

Lily Schonhaut- Zales

¿Quién no se ha tapado la cara cuando llora o aguantado las lágrimas para que no lo vean llorar?

Y cuando nuestros hijos están tristes estamos dispuestas a hacer todo lo posible para salvarlos de ese dolor.

Y buscamos por todos nuestros medios cómo liberarlos de ese sentimiento con la esperanza de verlos alegres nuevamente.

Seguro que les ha dicho a tus hijos:

“Ya no duele”

“Ya pasó”

“No vale la pena que llores por eso”

“Olvídate de ese tema”

Recuerdo cuando mi primer hijo nació, que yo decidí que mi hijo nunca lloraría, porque yo me encargaría de hacer todo para que siempre esté bien…

¡Qué carga tan grande que puse sobre mis hombros!

¡Y que poco entendimiento tenía de la vida!

Nuestro rol como madres es apoyar a nuestros hijos, acompañarlos en su sentir, y contenerlos.

Pero no podemos evitarles el dolor que puedan sentir en las distintas situaciones que les presenta la vida…

Nuestros sabios nos enseñan que “desde que comienza el mes de Av disminuimos la alegría” (Taanit 26:2)

Estamos en la época del año en la que nos permitimos estar tristes e incluso se nos alienta a llorar por la destrucción del Beit HaMikdash (Templo de Yerushalaim).

“Cuando las puertas del cielo se cierran, las puertas de las lágrimas siguen abiertas” (Brajot 32, 2)

El Beit HaMikdash representa la integridad del mundo, un estado ideal en el que nos sentimos plenos, en todos los aspectos de la vida.

Nuestros sabios no tratan de endulzar las carencias que nos rodean, ni las de la sociedad ni las de nosotros mismos (simbolizadas por la destrucción del Beit HaMikdash).

En cambio, le dan lugar a nuestro dolor y a la tristeza que podamos sentir.

Y nos cuentan que en las lágrimas y en el vacío que sentimos se encuentra el secreto de la reconstrucción, y de la sanación del dolor (Mijtav MeEliahu).

Porque hay algo en la tristeza y específicamente en nuestras lágrimas que tiene un poder curativo.

Cuando un niño llora, necesita sentir que sus padres están ahí con él,
lo apoyan,
lo ayudan,
lo entienden
y lo contienen.

Y qué mejor que un abrazo de corazón a corazón para demostrarle al niño que también en tiempos de tristeza y dolor no está solo.

Te aseguro que cuando tu hijo se sienta conectado contigo se desahogará, llorará lo que necesite llorar y luego se sentirá aliviado, porque sabe que tú estás con él.

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